El ritual de los Yacampis (La meseta del Pasiguaguan) Destacado

Sábado, 24 Junio 2017 00:00 Escrito por  LaSemana Publicado en Locales Visto 2332 veces

El caserío Yacampi que estaba entre las lomas, se preparaba para la ceremonia que todos los años en la luna llena de enero realizaban. La cosecha de la algarroba esta próxima y todos se preparaban para la caza del “shurí”, porque la sequía espantaba los animales y la carne escaseaba.

El cacique Cantacalo ordenó enviar señales de humo invitando a las comunidades vecinas a compartir los eventos. Todos se apostaban sobre las lomas, entre las pichanas y jarillas o en los peñascos del río para esperar que el shurí se acercara hasta el “Pasiguaguan”, una pequeña meseta donde realizaban los rituales con danzas y cantos después de la correteada que les daba el juego.

El día anterior al comienzo, el viejo cacique ordenó reunir toda la tribu para comentarles que un sueño se repetía varias noches en su vida. Soñaba que un shurí negro de largas patas venía a su encuentro en el Pasiguaguan y cuando se le acercaba, una fuerte luz lo defendía espantando al animal. Por eso, sintiendo que sus años eran muchos, pidió que a su muerte lo enterraran en el Pasiguaguan de pie con la frente al naciente, para que la luz del dios sol lo defendiera del shurí todos los días. Además pidió que rodearan su tumba con flechas, arcos y las mejores boleadoras porque estaba seguro que las necesitaría y que las primeras noches no lo dejaran solo. Todos escucharon en silencio asegurando que así lo harían.

Cuando la claridad de la noche anunciaba que la luna llena pronto se posaría en el cielo, el entusiasmo rodeó el caserío indio, con gritos de júbilo y pequeñas fogatas donde ensayaban sus danzas y cánticos esperando el acontecimiento. Las mujeres prepararon “añapa” endulzada con miel de abejas, sacaron sus cacharros con jugo de mistol y prepararon pinturas con raíces de jarilla, pichana y flores de chañar.

Pero al amanecer de la primera noche de luna llena el cacique no despertó, allí estaba en su toldo dormido para siempre. Los Yacampis llenos de dolor, obedecieron el pedido del gran jefe indio y lo sepultaron en la meseta del Pasiguaguan de pie, con el frente al naciente. A la tercera luna llena todos pudieron observar un enorme shurí negro que rondaba la meseta. Sin pensarlo llegaron allí y luego de una gran correteada, lo boliaron sobre la meseta ofreciendo su sangre al dios sol y la diosa luna pidiendo protección ante la falta del gran cacique. Pensaban que el shurí vino a llevarse al cacique Cantacalo y en un ritual mezclado de penas y algarabías, danzaron y cantaron alrededor de las fogatas hasta el amanecer.

Así pasaron las noches siguientes con su ritual continuando con la luna que poco a poco mengua su luz hasta volver las noches oscuras.

Una de esas noches, cuando la añapa fermentada emborrachaba el ritual indio vieron una potente luz blanca que lentamente se posaba sobre la tumba del cacique, allí estaban todos callados sin entender, sintiendo que los embargaba una profunda paz. Todos se miraron sin hablar, no era la luz de la luna ni del sol, era la luz del alma del gran cacique que les ordenaba que lo dejaran dormir su sueño eterno en paz. Los obedientes Yacampis entendieron el mensaje y dejaron sus ritos nocturnos en la meseta del Pasiguaguan.

Una brava tormenta de verano dejó caer tanta agua que el río volvió a crecer después de muchas lunas. Volvieron a trabajar en sus sembrados esperando la próxima cosecha de la algarroba, en la luna llena de enero, para salir en busca de un nuevo shurí.

Pero el alma del Gran Cacique siguió protegiendo la zona dejando ver a muchas leguas la luz potente que se pasea por las noches rondando la meseta del Pasiguaguan.

 

 

Versión Popular extraída de la recopilación “HISTORIAS, LEYENDAS, CUENTOS; POESÍAS Y RELATOS DE AUTORES VALLISTAS - Biblioteca Pública y Popular Domingo Faustino Sarmiento” de Valle Fértil.